Fernando Negredo del Cerro
Universidad Carlos III (Madrid)
fnegredo@hum.uc3m.es
El análisis de la sexualidad es uno de esos nuevos parámetros
que la actual historia cultural proyecta sobre las sociedades pretéritas
con el objetivo de abordarlas en su totalidad más allá de los
testimonios convencionales. Por eso, para sumergirse en ella, varios han sido
los enfoques utilizados. En el caso que nos ocupa, Alessandro Stella, historiador
del CNRS francés, ha elegido como base documental los procesos a clérigos
conservados en los archivos inquisitoriales, en especial los de Nueva España
(los testimonios del Archivo Histórico Nacional de Madrid -tres legajos
consultados- y un expediente del Archivo General de Indias, son casi anecdóticos)
y a partir de ellos trazar una visión de la sexualidad de este colectivo
en la época moderna más acorde con la realidad que la que podíamos
obtener de la literatura. De hecho, como dice el autor, la justicia eclesiástica
ofrece unas fuentes más verosímiles y ancladas en la realidad
que las emanadas de la literatura y el arte. Además, los procesos inquisitoriales
nos dan la posibilidad de penetrar en las biografías de los sujetos de
estudio y aproximarnos a los sentimientos y experiencias vitales de los personajes
de la época. Así las cosas, el libro no pretende ser una historia
de la solicitación, ni un análisis del proceso inquisitorial a
la manera de los trabajos de Sarrión Mora, Alejandre o Haliczer, sino
una exposición de cómo se vivía la sexualidad en México
en los siglos modernos por parte de los religiosos; y en este enfoque radica
su originalidad pero también, justo es decirlo, sus carencias.
La obra se articula en siete capítulos -bastante breves, ya que el más
extenso es el primero con veinticinco páginas- precedidos de una introducción
y culminados por una conclusión sobre la que volveremos. En la introducción
ya se nos pone sobre la pista de lo que se pretende: mostrar las especiales
relaciones existentes entre sexo e Iglesia Católica. Relaciones que se
abordarán en un espacio delimitado como es la sociedad colonial de Nueva
España y en un período dilatado en el tiempo (siglos XVI-XVIII)
pero que no pueden desligarse de la actualidad. De hecho Stella no tiene ningún
reparo en reseñar los recientes casos de escándalos sexuales y
pedofilia que han afectado a esta institución, con especial mención
a los referidos al fundador de los Legionarios de Cristo. Tampoco se rasga las
vestiduras al recordar la convivencia de las autoridades eclesiales con el ocultamiento
de tales prácticas o las estrechas vinculaciones entre personajes políticos
y económicos con institutos religiosos acusados de abusos sexuales (con
nombres y apellidos, vid nota 14, pág. 20). Todo ello con el objeto de
contextualizar mejor el binomio central de su tesis: clérigos y sexualidad.
Metodológicamente el libro es una recopilación casuística
que le sirve al autor para desarrollar un discurso descriptivo de unas prácticas
consideradas delictivas pero bastante más frecuentes de lo que los moralistas
estarían dispuestos a reconocer. A partir de los casos particulares -algunos
de ellos muy llamativos, otros más "normales"- se nos ofrece
la posibilidad de sumergirnos en las diferentes trasgresiones sexuales cometidas
por un colectivo preciso pero que pueden ser extrapoladas, en muchos casos,
a la generalidad de la sociedad. En esta enumeración quizá se
eche en falta un análisis más riguroso de los condicionantes económicos,
políticos o culturales, pero como decimos, el propósito del autor
no va en esa dirección. Lo que le interesa es mostrar qué tipo
de sexualidad se practicaba en México durante la Edad moderna por los
religiosos, y no tanto sus causas. Así, el primer capítulo nos
sitúa en el marco geográfico de análisis. Ese Nuevo Mundo
considerado como un nuevo eldorado y en donde los fenómenos de aculturación
y sincretismo son continuos. A pesar de que se trata de una obra histórica,
el peso de los conceptos antropológico es enorme a lo largo de todo el
libro y, en especial, en estas páginas. Las figuras que por ellas desfilan,
(surgidas, hay que decirlo, no tanto de los procesos inquisitoriales como de
las relaciones de causas) son ejemplos paradigmáticos de los procesos
experimentados por los españoles en las Indias y que continúan
la senda de la de otros europeos en similares condiciones. La concepción
de las indígenas como libidinosas y de los indios como sodomita escondía,
además de un racismo apenas encubierto, una cierta legitimación
para comportamientos impensables al otro lado del Atlántico. El ejemplo
del padre Francisco de Veas procesado por solicitación y abuso de los
indios, es una muestra clara de esta dinámica pero el autor se preocupa
de ilustrarnos con otros muchos. Los protagonistas, denunciados por otros religiosos
o a veces por las víctimas de los abusos (también por amantes
despechadas) y otras veces por vecinos de cierta posición son el reflejo
de esas contradicciones inherentes entre la rígida moral sexual de corte
paulino y la realidad americana donde la inhibición, medida en parámetros
occidentales, era mucho más acusada.
Una vez presentadas las características iniciales, se suceden a continuación
seis capítulos, centrado cada uno de ellos en un comportamiento sexual
diferente. De esta forma el segundo nos habla de las relaciones entre frailes
y monjas ilustrándolo con la bonita pero trágica historia de amor
entre Fr. Francisco del Corro y la hermana Teresa del convento de Santa Inés
en Puebla de los Ángeles. Como era de esperar y, a pesar del hijo engendrado
en la relación, el padre Francisco fue condenado a reclusión en
un convento impidiéndosele que continuara con sus prácticas. Otros
casos traídos a colación son los propiciados por los confesores
de monjas como Manuel Sebastián de Cárdenas o el jesuita Antonio
de Baltierra. En este capítulo también se plantea otra transgresión
de mucho menor rastro documental como es el de una posible relación lésbíca
entre sor Ildefonsa de San Juan Bautista y "una moza llamada María
Gertrudis Rodríguez". No obstante, poco es lo que puede profundizar
en esta temática pues las fuentes manejadas parecen muy parcas al respecto,
de ahí que A. Stella deba recurrir a los ejemplos italianos que la historiografía
le proporciona para contextualizar el hecho.
Y esta dinámica es la que preside el resto del libro. Delimitar una práctica
o una transgresión e ilustrarla con los ejemplos extraídos de
los archivos inquisitoriales. Esto le permite abordar el sadomasoquismo -o al
menos sus umbrales- a partir de los flagelantes como es el caso de del capellán
de santa Inés y dos de sus monjas; plantear la coprofilia a través
de la denuncia hecha por doce penitentes del eminente teólogo dominico
fray José Muñoz, o la homosexualidad a pesar de los intentos de
negarla. También nos introduce en relaciones hoy consideradas pedófilas
con niñas muy jóvenes, -"lolitas" las denomina el autor-
que ejercen una irresistible atracción sobre algunos religiosos, al igual
que otros reconocen su incapacidad para enfrentarse a las tentaciones de la
carne y reconocen, una vez que son interrogados, que han caído una y
otra vez en el pecado de haber roto su voto de castidad. Incluso algunos de
ellos van más allá y en un intento bien por conseguir sus propósitos,
bien por exonerarse de culpa, llegan a negar que la simple fornicación
sea pecado y en su discurso logran involucrar a algunas mujeres como cierta
Juana Grande quien afirmaba que "el tener comunicación con religiosos
era sólo pecado venial y que la simple fornicación no era pecado".
Estas creencias alcanzan su máxima expresión en los casos estudiados
en el último capítulo; aquellos en los que los religiosos decidían
no seguir ocultando sus relaciones y optaban por vivir en público concubinato
e incluso reconocer socialmente a sus descendientes. La duda que se plantea
aquí es si su decisión tenía más de rebelión
sexual o teológica; si se acercaba más a la apostasía o
era, simplemente, la claudicación ante la tentación. La respuesta
no queda clara.
Y llegamos así a las conclusiones, aspecto fundamental en un libro como
el que comentamos que es, como decimos, en realidad una descripción,
amena y bien hilvanada, de un montón de casos diferentes. Y aquí
es donde, a mi entender, la obra flaquea un tanto. O por lo menos no ofrece
casi nada de novedoso. El asombro del autor ante lo explícito de las
fuentes y sus posibilidades es algo, que a cualquier modernista que haya trabajado
en estos archivos no le debe sorprender. Lo mismo ocurre con la valoración
que hace del proceso inquisitorial. Efectivamente se basa en las delaciones
y podía durar mucho tiempo durante el cual el tribunal no dejaba de apretar,
pero esto es algo de sobra sabido, al igual que la forma en que se leían
las sentencias en función de su dureza. Más interés ofrecen
algunas de sus conclusiones estadísticas (otras no tanto: que la orden
con mayor número de solicitantes sea la de san Francisco, es normal teniendo
en cuenta que fueron los primeros y más numerosos). Por ejemplo, que
los delitos de solicitación sean en Nueva España el 58% de la
actividad inquisitorial mientras que en la Península Ibérica nunca
superen el 10%. Pero para este contraste no da una explicación satisfactoria.
Luego hay otros datos que también hubieran podido dar pie a una reflexión
mayor. El 80% de las mujeres requeridas son menores de 30 años pero sólo
el 6% están entre los 9 y 13 años, lo que nos aleja, en términos
generales, de las prácticas pedófilas. Luego, es cierto que hay
una predilección por las españolas y mestizas, pero parece claro
que no se puede hablar de una discriminación racial pues los solicitantes
actuaban sobre el colectivo femenino que sienten más cercano, abordable
y, muy importante, con capacidad de comunicación, es decir aquel con
el que compartiesen lengua. De ahí que los sacerdotes con conocimientos
de idiomas nativos no tuvieran reparo en realizar estas prácticas con
indias.
En definitiva, el libro de Alessandro Stella nos da una documentada visión
antropológica de las prácticas sexuales de los clérigos
en Nueva España en la época moderna a partir de los archivos de
la Inquisición. Esta elección tiene limitaciones conceptuales
y prácticas pues no debemos olvidar que el Santo Oficio sólo actuaba
si detectaba actitudes heréticas o heterodoxas y, por tanto, todas las
prácticas sexuales de este colectivo que no rozasen tales cuestiones
nos son desconocidas. Aún así es un meritorio ejercicio de descripción
de casos donde, no obstante, echamos en falta tres elementos que creemos hubiesen
enriquecido la investigación: una mayor contextualización socio-cultural
de los protagonistas, una ponderación más en profundidad de las
conclusiones y un marco comparativo, aunque breve, sobre esta misma realidad
en otras latitudes.
Respuesta del autor:
En su reseña, Fernando Negredo del Cerro hace unas cuantas lecturas equívocas
de mi trabajo y de sus resultados. En particular:
-"
los testimonios del AHN de Madrid -tres legajos consultados- son
casi anecdoticos": En note 1, p. 11, je prenais soin de préciser
que sur 140 procès analysés, 53 étaient des relaciones
de causa, se trouvant dans 4 legajos del AHN de Madrid. Ces legajos contiennent
en effet chacun quelques dizaines de procès synthétisés
(appelés relaciones de causa). Par contre, des legajos de l'Inquisition
conservés à l'Archivo General de la Nacion de Mexico, peuvent
parfois contenir seulement quelques unités, voire un seul procès
(sur des centaines de folios). Dès lors, il est inapproprié de
qualifier "d'anecdotique" la documentation tirée de l'AHN (53
X 10 à 20 folios en moyenne, font tout de même entre 500 et 1000
folios!). Les historiens qui ont l'habitude de travailler sur la documentation
inquisitoriale savent d'ailleurs que dans les relaciones de causa on peut trouver
tous les éléments essentiels de l'information historique, car
les rédacteurs ont fait la tare et éliminé le surplus de
formules notariales, d'invocations à l'Eglise et à ses saints,
de confirmation des témoignages et d'autres répétitions
inutiles et fastidieuses.
-"
que los delitos de solicitación sean en Nueva España
el 58% de la actividad inquisitorial mientras que en la Península Ibérica
nunca superen el 10%" : A la page 172 de mon livre, j'ai écrit que
les " procès pour sollicitation en Nouvelle Espagne oscillait entre
5 et 8% de l'ensemble de l'activité inquisitoriale [non pas 58% !!!],
alors que dans les tribunaux péninsulaires cette proportion variait selon
la période et la région de 2 à 6% ". Je pense d'avoir
été très prudent dans le maniement des statistiques, et
d'avoir remarqué la normalité de certains résultats (comme
sur la forte présence des Franciscains, p. 170, n. 24), c'est pourquoi
m'attribuer des pourcentages fantaisistes fait du tort à mon travail
scientifique.