Combinando la
sharia y la “gubernamentalidad”: los cambios de la legislación matrimonial en
el Imperio Otomano[1]
Matching
Sharia and 'Governamentality': Muslim marriage legislation in the late Ottoman
empire
Darina Martykánová
Universidad Autónoma de Madrid
Resumen: los debates sobre el matrimonio y la familia en el
Imperio Otomano estaban vinculados a diferentes proyectos de reforma que
pretendían restaurar el Imperio a su antigua gloria. Sin embargo, una mayor
reforma del derecho familiar solo se llevó a cabo en los últimos años del
Imperio. Tal reticencia tenía relación con el hecho de que el matrimonio fue
tradicionalmente regulado por principios basados en los textos sagrados de cada
comunidad religiosa, y cualquier intento de cambio significaba un
enfrentamiento abierto con las autoridades religiosas. Fue tras la Revolución
de los Jóvenes Turcos cuando tuvo lugar una transición cautelosa de la ley
divina hacia la actividad legisladora basada en el uso de la razón. Entre las
novedades más importantes hacen su aparición el establecimiento de una edad
mínima para contraer matrimonio y la limitación de la poligamia.
Palabras clave: matrimonio – legislación – Imperio Otomano – sharia
- reforma
Summary: The debates on marriage
and family in the Ottoman Empire were related to the different projects of
reform which attempted to restore the realm to its former glory. However, it
was not until the very last years of the Empire that a major reform of family
law took place. Such reluctance had to do with the fact that marriage was
traditionally regulated by principles based on the holy texts of each religious
community, and any attempt at change meant an open confrontation with the religious
establishment. It was only after the Young Turk Revolution that a cautious
transition from divine law to legislative activity based on reason took place.
Among the most important novelties introduced were the age of marriage and the
limits on polygamy.
Key words: Marriage – Legislation – Ottoman Empire –
Sharia - reform
Las últimas
décadas del Imperio Otomano, uno de los imperios más importantes y duraderos en
la historia de Europa, estuvieron marcadas por un amplio debate sobre las
razones del declive de su poder y relevancia. Tanto los otomanos como los
extranjeros contribuyeron con sus observaciones, argumentos y propuestas a
explicar este fenómeno complejo y polifacético. Durante el siglo XVIII, el
discurso de los intelectuales francos (freng – extranjeros europeos, especialmente aquellos
procedentes de países católicos y protestantes) por una parte, y los debates
internos otomanos por otra, avanzaron por caminos distintos, aunque existieran
contactos entre ambos. En el siglo XIX, la intensificación de sus interacciones
contribuyó a una notable circulación de conocimiento, interpretaciones y
argumentos.[2] El hecho de que la cuestión fuera articulada de
muchas maneras distintas hace que su análisis sea una empresa extremadamente
complicada. Los motivos y las implicaciones que subyacían a los debates sobre
la “decadencia” otomana diferían radicalmente dentro y fuera del Imperio.
Incluso a nivel puramente interno, la cuestión tenía un sentido distinto para, pongamos, los
griegos otomanos liberales y conservadores, para las comunidades religiosas del
Líbano, para los dignatarios egipcios determinados a seguir una política
independiente o para los burócratas otomanos en Constantinopla. Teniendo en
cuenta dicha complejidad, este artículo hace hincapié en la comunidad
interpretativa de los otomanos musulmanes-turcohablantes.[3] En particular trata de las cuestiones de la familia y
del derecho familiar en el discurso centrado en la idea de salvar el Imperio.
El debate, que comenzó como un intento de explicar y
remediar los fracasos de los ejércitos otomanos, y las serias dificultades para
mantener el control del Imperio en los siglos XVII y XVIII, se ampliaron con el paso del tiempo. Las
divagaciones sobre los asuntos militares se expandieron para incluir cuestiones
relativas al conocimiento y la producción tecnológica, a las finanzas y al
sistema político y legal. En las últimas cinco décadas del Imperio, es decir
durante los años 1870-1920, se vivió una notable proliferación de argumentos a
este respecto. En este periodo el debate se extendió más allá de las capas más
altas de la burocracia otomana, pasando a incluir las voces de oficiales y
funcionarios de niveles más bajos, como también de profesionales liberales.
Crecía la convicción de que la reforma del ejército y de las instituciones del
gobierno era necesaria, pero insuficiente, y que hacía falta una profunda
transformación económica, social y moral para salvar el Imperio y para que éste
recuperase su antigua gloria. Comercio, educación, ciencia, salud y familia se
convirtieron en temas recurrentes en los periódicos, ensayos, novelas, obras de
teatro y en los debates privados y públicos en los cafés, sociedades secretas e
instituciones de enseñanza. Paradójicamente, las medidas estrictas de censura aplicadas
durante el régimen absolutista del sultán Abdülhamid II (1878-1908) potenciaron
las discusiones sobre ciertos temas como la familia y la salud, al restringir
severamente la posibilidad de debatir asuntos explícitamente políticos. Por
otra parte, la reforma social no fue percibida como una cuestión de bienestar
individual, sino como un asunto de carácter público, estrechamente vinculado
con el estado del Imperio. De ahí que este tipo de debate siguiera floreciendo
después de la Revolución de los Jóvenes Turcos (1908) cuando la censura fue
limitada y los temas políticos pudieron ser debatidos públicamente debido a la
garantía constitucional de la libertad de prensa.
Este artículo se centra en el matrimonio, uno de los
asuntos que fueron objetivo de la lucha por crear una nueva sociedad otomana.
El matrimonio representaba la institución social considerada como el elemento
constitutivo no sólo de la familia, sino de la comunidad y de la humanidad en
general. Desde los años 70 del siglo XIX, los intelectuales otomanos musulmanes
vincularon sistemáticamente el estado del Imperio con la presunta crisis de la
familia musulmana. Estos autores diferían radicalmente en identificar las
razones y las soluciones de dicha crisis: fue también a través de este debate como
se definieron las posiciones ideológicas que permiten, con todos los matices
necesarios, hablar de occidentalistas, conservadores, reformistas otomanos o
nacionalistas turcos. Se puede observar una brecha entre los que interpretaron
la supuesta crisis como consecuencia de la contaminación externa y los que la
identificaron como un problema ante todo interno y no dudaron en proponer
remedios originales. El Estado, el principal motor de cambio en algunas áreas,
adoptó una actitud más bien pasiva, por razones que se tratarán más adelante.
Durante el siglo XIX, la intervención del Estado se limitaba a los intentos de
situar el matrimonio bajo el control de las autoridades públicas y a la
publicación de una serie de decretos sobre cuestiones específicas. No fue hasta
los últimos años del Imperio cuando se llevó a cabo un intento sistemático de
reforma legal, plasmado en el Decreto del Derecho Familiar (Hukuk-i Aile Kararnamesi, HAK). Éste fue
adoptado en 1917 durante el régimen de los Jóvenes Turcos. Producto de la
difícil tarea de reconciliar la ley islámica con nuevas ideologías como el
poblacionismo o la libertad individual, tuvo una vigencia breve. Al final fue
revocado debido a la fuerte oposición conservadora en 1919. A los pocos años, una vez instaurada la
República de Turquía, entró en vigor un código civil inspirado en el Code Civil suizo que constituía
una ruptura radical con la ley islámica. En este capítulo se dedica un lugar
prominente al análisis de la cuestión del matrimonio en este Decreto del Derecho
Familiar, debido a su carácter híbrido, que reviste gran interés. El documento
se interpreta en el contexto normativo e histórico de la ley islámica, como
también dentro del marco de las ideas sobre el matrimonio desplegadas por las
elites otomanas musulmanas antes y durante la época analizada. Mi enfoque
general se centra en las políticas gubernamentales y en el debate público, no
en la aplicación de la legislación, ni en los patrones sociales o demográficos
relativos al matrimonio en el Imperio Otomano. Dicho esto, dedicar algunos
párrafos a tales cuestiones parece no solamente útil, sino indispensable.
El matrimonio en los siglos centrales del Imperio (siglos
XVI-XVIII)
En los siglos centrales del Imperio Otomano, cuando los
residuos de la vida tribal de Asia Central cedían a los usos de la civilización
urbana del Mediterráneo Oriental, el matrimonio era muy importante para
mantener y reproducir el orden social.[4] Las investigaciones
indican que existía una fuerte presión social sobre las personas solteras para
casarse, como también se esperaba un nuevo matrimonio de los divorciados o
viudos, salvo en el caso de personas de edad avanzada que vivían con sus hijos
mayores.[5] Las personas que se
quedasen solteras, tanto hombres como mujeres, eran vistas como una amenaza
potencial para el orden moral y social. Los hombres solteros fueron percibidos
como depredadores sexuales en potencia, peligrosos para mujeres y para
muchachos, y también como alborotadores proclives a los disturbios y a las
revueltas. Su energía tenía que ser controlada y dirigida hacia fines
socialmente aceptables, como las tareas militares. Las mujeres en la edad
fértil eran consideradas como seres vulnerables que -al carecer tanto de fuerza
física como de capacidad de autocontrol- necesitaban protección y supervisión
masculina.[6] Existe un debate
abierto entre los investigadores en torno a la cuestión de cómo fueron
construidas la sexualidad femenina y masculina en el pensamiento musulmán. Por
una parte existe un consenso amplio sobre la idea del hombre activo que
necesita satisfacción sexual legítima para no poner en peligro el orden
establecido buscándola fuera de casa. Las opiniones sobre la cuestión de la
sexualidad femenina son, sin embargo, contradictorias. Algunos investigadores como
Fatima Mernissi mantienen que había un miedo al potencial amenazador y causante
de caos de una sexualidad femenina construida como agresiva y difícil de
controlar.[7] Otros, como Leslie
Pierce o Shahla Haeri, apuntan que tal miedo no implica atribuir a las mujeres
un papel sexual activo, sino que más bien se refiere a la capacidad de las
mujeres de provocar comportamientos indeseables en los hombres.[8] Mientras que la segunda
hipótesis me resulta más convincente para el periodo analizado aquí, ciertas
pautas parecen indicar que la noción de las obligaciones matrimoniales en el
derecho islámico no necesariamente implicaba una visión del marido necesitado y
la mujer aquiescente (a diferencia con la Europa decimonónica). Algunas medidas
legales apuntan a la importancia atribuida a la satisfacción de las necesidades
de la esposa en el matrimonio: por ejemplo, el derecho de las mujeres en un
matrimonio polígamo a la distribución equitativa de las noches que el marido
pasa en el hogar de cada esposa. Además, la mujer tenía la opción de solicitar
la anulación del matrimonio si el marido no estaba dispuesto o era incapaz de
mantener con ella relaciones sexuales.[9] Otras medidas, como el
“impuesto del cornudo” introducido por el Código del Sultán Suleymán (1522
-1566) para gravar a los maridos de las mujeres adúlteras, podría asimismo
indicar que efectivamente había una preocupación por el potencial corrosivo de
la sexualidad femenina, independientemente de si ésta fuera percibida como
activa o pasiva. El marido era responsable de controlar la sexualidad de su
mujer, supervisándola e incluso recluyéndola, pero también satisfaciendo sus
necesidades.[10] Según mi opinión, el
acto sexual estaba cargado en la imaginación popular con interpretaciones del
poder en clave de género: representaba una especie de ritual de reafirmación
del orden patriarcal en la familia.[11]
Tener hijos, especialmente varones, constituía un aspecto
clave de las identidades masculina y femenina, la confirmación última de la
madurez. Los hijos representaban la continuidad del linaje, además de servir
como mano de obra útil y como garantía de los padres para la vejez. El
matrimonio era un medio aceptado y legítimo de conseguir satisfacción sexual y
descendencia. Los hombres tenían otra opción que consistía en tomar a una
esclava: las relaciones sexuales con una esclava en propiedad no se
consideraban como adulterio y los hijos nacidos de tal unión eran herederos
legítimos según la ley islámica. No obstante, esta posibilidad no estaba al
alcance de todos. Además, existían otras razones para que no se convirtiese en
alternativa al matrimonio, sino que fuese más bien su complemento practicado
por los hombres acomodados. Ante todo, el matrimonio constituía un modo clave
de crear y reforzar lazos entre distintas familias o entre las ramas de una
misma familia. Las redes eran de máxima importancia en los siglos centrales del
Imperio Otomano.[12] Una red de parentesco
fuerte y extensa proporcionaba a sus miembros la posibilidad de ayuda mutua en
tiempos difíciles o en caso de migración, siendo a la vez un vehículo eficaz
para la obtención de una serie de ventajas y beneficios. Extender o reforzar
estas redes fue considerado demasiado vital como para que dependiese de la
elección individual de un hombre joven, y mucho menos de la de una mujer.
Además, debido a la creciente separación física de los sexos en las zonas
urbanas a partir del siglo XVI, especialmente considerando las familias de alto
estatus, para la gente joven llegó a ser difícil conocer a su potencial pareja.[13] Por lo tanto, elegir a
la persona adecuada con la que casar a los hijos se consideraba como una de las
tareas más importantes de la familia.[14]
Los escritores otomanos musulmanes reconocían la
importancia del matrimonio como el lazo constituyente del hogar. Crearon,
perpetuaron y modificaron una imagen híbrida del hogar ideal como la unidad
fundamental de la humanidad. Esta visión se nutría de fuentes diversas,
incluidas las diferentes tradiciones tribales túrquicas, los conceptos y
prácticas incorporadas a través del contacto con los imperios persa y bizantino
y con los reinos balcánicos, sin olvidar una larga tradición de la producción
literaria musulmana sobre este tema. Sobre todo a partir del siglo XVI, las
obras de los sabios árabes y persas como Avicenna or Nâsiruddîn Tûsî se
convirtieron en una fuente de inspiración para los intelectuales otomanos
musulmanes procedentes de Anatolia y de los Balcanes. Los autores clásicos del
Medioevo islámico habían citado a los filósofos de la Antigüedad griega e incorporado
en sus trabajos la noción de oikonomia desarrollada por Aristóteles y por otros filósofos
griegos, traduciéndola como ilm-i tedbir-i menzil, es decir, la ciencia de la dirección del hogar.
Los autores otomanos retomaron estos conceptos y les dedicaron un lugar
importante en su propia obra.
El papel fundamental atribuido al matrimonio no se
traducía en una intervención directa de las autoridades públicas. El papel del
Estado permaneció muy limitado hasta las últimas décadas del Imperio Otomano.
Cada comunidad religiosa tenía sus propias reglas vinculadas al matrimonio, que
los creyentes debían seguir. En el caso de las comunidades cristianas en el
Imperio, esta autonomía significaba una intervención directa de las autoridades
religiosas basada en el hecho de que el matrimonio se entendía como un lazo
sagrado que debería sellarse en presencia de un sacerdote. Para los musulmanes
y los judíos, el matrimonio era un contrato verbal o escrito basado en el
acuerdo entre dos familias, entre un hombre y el tutor de su futura esposa o
entre el hombre y la mujer. Como tal fue regulado por la ley islámica o
judaica, respectivamente. En el caso de los matrimonios mixtos entre un hombre
musulmán y una mujer cristiana o judía se aplicaba la ley islámica.
La intervención del Estado en este contrato era indirecta
en el Imperio Otomano: consistía en supervisar las semiautónomas elites
religiosas (los ulema). El sistema funcionaba de forma siguiente: Los ulema en el papel de müfti (jurisconsulto, persona
que dictamina las opiniones legales o fetvas) creaban el marco legal del matrimonio musulmán
interpretando las fuentes de la ley islámica. Los müftis dictaminaban fetvas sobre los aspectos del
matrimonio relacionados con las enseñanzas del Corán, de la Sunna, de los hadíses
e incluso del derecho consuetudinario (örf). Los ulema también ocuparon los cargos de kadi (el juez en el juzgado
islámico) y como tales resolvían las disputas vinculadas al matrimonio. El kadi intervenía en casos de
conflicto sobre la validez del matrimonio y sobre su funcionamiento o
disolución conforme a la ley islámica. De este modo, el matrimonio estaba
regulado por las autoridades religiosas sin ser una institución religiosa en
sí, en contraste con las iglesias católica y ortodoxa en las que tuvo lugar la
sacralización del matrimonio. En teoría, todas las personas versadas en la ley
islámica podían actuar como müfti, así que las autoridades vinculadas al poder central no
tenían por qué desempeñar ningún papel en la creación del marco legal para el matrimonio.
No obstante, el estado logró establecer un monopolio sobre la educación
religiosa superior, atar las autoridades religiosas a la dinastía reinante y
hacer que sirviesen a ésta. Los ulema más importantes eran de hecho hombres al servicio del
Sultán, ante todo en el cargo de şeyhülislam, es decir, la autoridad
suprema en la interpretación de la ley islámica en el territorio otomano.[15] Los kadi, o jueces en los
juzgados islámicos, estaban también ligados al Estado otomano, ya que eran
nombrados y destituidos por el şeyhülislam. Subordinando las
autoridades religiosas e integrándolas en la burocracia, los Otomanos
intervinieron activamente en su actividad; la presión de las autoridades de
gobierno seculares resulta evidente en materias como la propiedad de la tierra
o los crímenes contra el Estado. No se observa, sin embargo, una presión
significativa sobre los juristas y los jueces para interpretar la sharia de
forma flexible en el caso del matrimonio, de tal forma que fuentes árabes
clásicas fueron aplicadas para elaborar su marco legal.
Aunque hubo intentos durante la Época clásica de
introducir la obligación de pedir permiso al kadi para casarse y de registrar el matrimonio en el
juzgado, los matrimonios sin registrar, contraídos sin permiso previo, nunca
fueron considerados inválidos y los intentos de situar el matrimonio bajo el
control de los juzgados puede, por lo tanto, considerarse como un fracaso.[16] Las mujeres y los
hombres musulmanes otomanos hicieron con frecuencia uso de los imanes y de los juzgados en
los asuntos relacionados con el contrato matrimonial, pero en tales casos el
papel del juez y de sus ayudantes consistía en escribir, revisar y/o registrar
el contrato matrimonial para prevenir futuras disputas, de forma comparable con
las tareas de un notario en la Europa cristiana.
Las fetvas explicaban qué reglas debían seguirse para que el
contrato matrimonial fuera válido. Además, ofrecían soluciones a los conflictos
en concordancia con la ley islámica, sirviendo como guía para las decisiones de
los jueces. He aquí algunos ejemplos:
Caso: La
tutora legal más próxima de la pequeña Hind es su madre Zeynep. Si la madre de
Zeynep Hatice, casa a Hind con Amr sin el consentimiento de Zeynep, ¿es tal
contrato matrimonial válido?
Respuesta:
No, no lo es.[17]
Caso: Si Zeyd
repudió a su mujer tres veces estando fuera de sí después de haber comido
beleño (una planta venenosa con efectos
alucinógenos) y bebido boza (bebida hecha a base de mijo
ligeramente fermentado), ¿débese tal divorcio tomar en serio?
Respuesta:
Si no estaba en el estado de distinguir el cielo y el suelo, no se debe.[18]
Caso: Si Hind, divorciada de Zeyd,
dice después de la muerte de Zeyd: “me debía 5.000 florines de mehr (la
dote que pasaba el marido a la mujer)”, basando su prueba en la declaración
verbal de Zeyd, y los herederos de Zeyd
dicen “tu mehr es de 5.000 ásperes”, y lo prueban, ¿qué prueba
es más convincente?
Respuesta:
La prueba de Hind es más convincente.[19]
Desafortunadamente, el estado de la investigación sobre
esta materia no permite todavía confirmar si los müftis seguían una línea
particular en sus fetvas, o si existían escuelas de interpretación dentro de cada mezhep susceptibles de cambios
en el tiempo y el espacio. El análisis de las fetvas producidas por los müftis otomanos sobre los temas
relativos al matrimonio parece indicar que los juristas tendían a simplificar
el material producido por los juristas islámicos hanefíes en los siglos
anteriores, omitiendo algunas cuestiones y usando un número reducido de
categorías legales.[20] En general, la imagen
que tenemos hoy en día sobre la interpretación por los müftis otomanos de la sharia en
los temas del matrimonio es relativamente estático, mientras la investigación
que se centra en las decisiones de los jueces parece indicar la existencia de
un panorama más flexible.
La gente acudía a los müftis cuando tenía dudas sobre como vivir conforme a la
ley islámica o para averiguar si había pecado. En cuanto al kadi, se esperaba que
interviniera en el matrimonio musulmán solamente en caso de conflicto, si había
una queja, una acusación o una duda sobre la validez del contrato por medio. En
ocasiones acudían al juzgado islámico los cristianos y los judíos
-especialmente las mujeres- cuando creían que la sharia era más favorable a sus
intereses que las reglas que regían el matrimonio en su comunidad religiosa.
Los musulmanes también intentaban negociar los límites de la sharía escogiendo
la interpretación más favorable entre las cuatro escuelas (mezhep) sunníes de la ley
islámica (hanefí, shafi´i, maliquí y hanbalí). Sin embargo, si todo iba bien,
no hacía falta ningún contacto con las autoridades, ni para casarse ni para
divorciarse.
Esta constatación no debe llevarnos a la conclusión de
que el matrimonio era un asunto puramente privado. Tal interpretación supondría
asumir equivocadamente la división actual entre lo privado y lo público, sin
tener en cuenta que la separación de esferas que existió en el Imperio Otomano
durante los siglos centrales de su existencia fue construida de forma bien
distinta.[21] El matrimonio no era,
desde luego, un asunto privado: era público en el sentido de que estaba
vinculado con una serie de procedimientos ritualizados, centrados alrededor de
la organización del emparejamiento y de la boda, cuyo propósito era dotar al
novio y a la novia del reconocimiento público. No era la intervención de alguna
autoridad religiosa o de gobierno lo que otorgaba legitimidad al matrimonio,
sino la presencia de los testigos que asistían al cierre del contrato
matrimonial, y la asistencia del vecindario que reconocía y aceptaba el nuevo status quo participando en la
boda. Las costumbres ligadas a la selección de la novia y a la boda mostraban
una gran variedad dependiendo de la región, grupo étnico, riqueza y otros
factores. En general tenían poca o ninguna relación con la ley islámica, aunque
algunas incluyeran elementos religiosos o fueran interpretados en este sentido.
Entre estas costumbres figuraba la invitación del imam para que diese su
aprobación al contrato matrimonial y participara en la ceremonia.
Entre los rasgos principales del matrimonio en el derecho
islámico hay que subrayar el poder atribuido a las palabras. Si no existía
ningún impedimento legal para que un hombre y una mujer contrajeran matrimonio,
el contrato matrimonial (akid) se hacía real cuando las personas pronunciaran – en
presencia de los testigos – las palabras que expresaban su voluntad de casarse
o, en caso de los tutores legales, de casar a los que estaban bajo su tutela, y
si un mehr (“dote”) era o iba a
ser trasladado del marido a la mujer. Según la interpretación del mezhep hanefí, dominante en el
Imperio Otomano, el contrato matrimonial era válido aunque las palabras de
consentimiento fuesen pronunciadas bajo amenaza. Por otra parte, el hombre
podía encontrarse divorciado si en una pelea acalorada con su mujer pronunciara
ciertas fórmulas o si había jurado sobre su matrimonio y luego no cumplía la
promesa.[22]
En la época estudiada, el matrimonio no era, en general,
un contrato entre dos individuos, sino más bien entre dos familias. Los
matrimonios concertados eran habituales, muchos de ellos entre niños. Los niños
eran casados por sus tutores legales (veli) y las mujeres adultas también necesitaban el
consentimiento de un tutor para casarse, excepto en algunas circunstancias
específicas.[23] Incluso los hombres
adultos acudían a sus parientes femeninas para que les eligieran o ayudasen a
elegir una esposa adecuada. Como es bien sabido, los hombres podían tener hasta
cuatro esposas según la ley islámica. Sin embargo, estaban obligados pagarles
el mehr, tratarles igual y
habilitar una casa, o por lo menos una habitación, para cada una. Debido a
estas reglas, la poligamia no era frecuente en las ciudades.[24]
Según la ley islámica había una serie de impedimentos al
matrimonio, especialmente ante ciertos tipos de diferencias religiosas, además
de algunos lazos de sangre y de leche. La ley islámica aplicaba también el
principio de igualdad (kafa'a o kuvuf) entre los esposos. Ciertos tipos de desigualdad
suponían un impedimento para el matrimonio, mientras otros ofrecían la
posibilidad de anularlo si una parte así lo solicitaba. El principio de
igualdad protegía a la mujer, pero a su vez fue interpretado de forma sesgada
desde el punto de vista de género para sostener como deseable la posición
dominante del hombre en el matrimonio. Por ejemplo, la mujer o su tutor podían
solicitar al juez la anulación del matrimonio con un hombre de estatus
inferior, ya que tal enlace se consideraba humillante para ambos esposos. Pero
por otra parte, no era ninguna vergüenza – ni razón legal para la anulación -
que un hombre se casara con una mujer de estatus más bajo.[25]
Caso: ¿Es
Amr, un tendedero ignorante, igual a (compatible con) Hind, hija de Zeyd de los
ulema ( las elites religiosas)?
Respuesta: No, no lo es.[26]
La corta edad de los novios no suponía un impedimento
para el matrimonio, aunque en estos casos su consumación se posponía. Los niños
casados permanecían con sus padres hasta la mayoría de edad, o, en caso de las
niñas, podrían ser reclamadas cuando llegaban a ser “capaces de despertar el
deseo carnal” (müşteha). Solo entonces
comenzaba la vida conjunta de la pareja casada.
En muchas culturas el matrimonio servía como espacio para
producir herederos legítimos y trasmitir la propiedad a la siguiente generación
y así fue también en el Imperio Otomano. Más notable es el hecho de que según
la sharia, el matrimonio no suponía una fusión de propiedades ni que el marido
pasaba a disponer de la propiedad de su mujer. Al contrario, el marido y la
mujer conservaban su propiedad personal y no tenían ningún derecho a disponer
de la de su esposo/a. Los hombres estaban obligados a pagar una cantidad de
dinero (mehr) a la novia como parte del contrato matrimonial, como también eran
responsables de su manutención mientras estuvieran casados. Por otra parte, el
derecho de la esposa a heredar la propiedad de su marido era muy limitado,
aunque la investigación sobre este tema centrada en el Imperio Otomano del
siglo XVIII demuestra que los maridos en muchos casos consiguieron garantizar
que una vez muertos fuese su viuda quien administrara la propiedad de ellos a
través de las fundaciones de caridad (vakıf).[27] Los hijos se
consideraban “propiedad” del padre y su familia y las mujeres fueron dotadas de
un derecho solamente temporal de cuidado (hızanet) en caso de divorcio o
de la muerte del marido. Solo cuando el marido designaba a su mujer como la
tutora legal de sus hijos en caso de que él muriera, los niños se podían quedar
bajo custodia de su madre una vez pasado el periodo de hızanet y ella podía a su vez
adoptar decisiones importantes en su nombre hasta que alcanzaran la mayoría de
edad.[28]
El divorcio estaba permitido por la ley islámica y parece
que fue frecuente según los documentos de archivo de los juzgados de la sharia
otomanos.[29] Las reglas que
regulaban la práctica del divorcio en la ley aseguraban la hegemonía masculina.
Para un hombre, divorciarse por repudio (talak) era extremadamente fácil, al menos en teoría, ya
que bastaba con expresar tres veces la voluntad de divorciarse. Para la mujer,
sin embargo, el divorcio era difícil de conseguir si el marido se negaba a
colaborar. El mezhep hanefí era particularmente restrictivo en cuanto a la nulidad o al
divorcio por el juzgado. Existía la opción del divorcio por mutuo acuerdo (hul), ampliamente
aprovechada en el Imperio Otomano según Madeline C. Zilfi y Svetlana Ivanova.[30] La investigación sobre
el divorcio hul manifiesta que la mujer a menudo intercambiaba una suma de dinero, o el
derecho a la manutención de los hijos bajo su cuidado, por el consentimiento
del marido al divorcio. Aunque en
principio la legislación sobre el divorcio beneficiaba a los hombres,
especialmente entre los pobres cuando no había propiedad importante por medio,
hay que destacar que la práctica en el Imperio Otomano era algo distinta de la
teoría y las familias sabían cómo utilizar la ley islámica para proteger a sus
hijas ante la posibilidad de que el marido las repudiase. La familia de la
novia podía introducir al contrato matrimonial obstáculos a un hipotético
divorcio fácil, por ejemplo fijando el mehr retrasado (mehr-i mueccel) -la dote pagada por el
marido a la mujer en caso del divorcio- habitualmente mucho más cuantiosa que
aquella pagada a principio del matrimonio. Además, divorciarse de una mujer
procedente de una familia influyente podía significar la pérdida de lazos de
parentesco importantes e incluso ganarse enemigos poderosos, otros factores que
podían disuadir a los hombres del divorcio.
Se puede constatar que el marco legal del matrimonio fue
diseñado para garantizar la autoridad del marido. En este aspecto era más
“androcéntrico” que “patriarcal”, en el sentido de que no eran los padres sino
los maridos quienes tenían más autoridad en la mayoría de los casos. Tal diseño
era diferente de las tradiciones tribales turcas que garantizaban más poder a
los mayores de la familia, así que el padre de la novia tenía una influencia
importante y podía proteger eficazmente la posición de su hija, por ejemplo
casándola con un hombre más pobre que dependiese de su clan.[31] Estas tradiciones
incluían además una noción más igualitaria de la compatibilidad, expresada en
la idea de que los esposos deberían estar cercanos en edad y en belleza.[32] La introducción de las
interpretaciones clásicas de la ley islámica en las comunidades turcas
musulmanas transformó o eliminó mucho de lo que quedaba de estas tradiciones.
Asimismo, la creciente urbanización en los siglos XV-XVI fomentó la
“nuclearización” de las unidades familiares y alteró la estructura de los
clanes. No obstante, para contrarrestar la posición ventajosa del marido se
aplicaron una serie de mecanismos basados en la ley islámica que sirvieron para
proteger a las mujeres del uso arbitrario de la autoridad por parte de los
maridos. Las mujeres otomanas estaban dispuestas a utilizarlos, como queda
patente del uso activo por parte de ellas de los juzgados islámicos en caso de
conflicto.[33]
Vientos de cambio: el matrimonio como cuestión de Estado
La transformación profunda que sufrió el Imperio Otomano
en el siglo XIX puso en duda muchas verdades establecidas y planteó nuevos
retos. En este contexto se estableció a principios del siglo XX un amplio
consenso entre los otomanos activos en el debate público alrededor de la
convicción de que existía una crisis de la familia musulmana. Muchos
representantes de las elites religiosas tradicionales compartían esta opinión
con los burócratas y oficiales partidarios de las reformas. Además, la noción
de crisis fue defendida con vigor también por los hombres y las mujeres que
constituían las clases medias urbanas emergentes, que incluían a profesionales
liberales, a oficiales y a funcionarios de bajo rango y a sus familias. Había,
sin embargo, diferencias radicales entre estas personas a la hora de
identificar las causas de la supuesta crisis. Los efectos corruptores que la
occidentalización había tenido sobre los musulmanes otomanos, la opresión de
las mujeres, la ignorancia generalizada, la falta de la autoridad paterna, o,
al contrario, su imposición irracional, los matrimonios infantiles, los
frecuentes divorcios, la falta de respeto por la ley islámica, o, al contrario,
la adopción en siglos anteriores de la interpretación árabe de ésta acompañada
por la renuncia de las tradiciones “democráticas” turcas: todas éstas y muchas
otras presuntas causas aparecían y se combinaban en el discurso de los autores
otomanos. Muchos escritores, periodistas y activistas que contribuyeron a este
debate tenían una actitud ambigua: por ejemplo, mientras defendían la familia
otomana de los comentarios negativos y prejuicios expresados por los – no
siempre bien informados – francos (extranjeros), se mostraban altamente
críticos hacia distintos rasgos de la familia musulmana otomana cuando sus
obras estaban destinadas al público interno.
A pesar de los numerosos intentos de reforma en otros
ámbitos, el Estado se mantuvo en silencio durante mucho tiempo en este vivo debate
sobre el matrimonio. El primer impulso importante llegó de los escritores de
obras de teatro y de novelas quienes, no solamente introdujeron en la
literatura otomana nuevos géneros literarios, sino que también sedujeron a su
público con la redefinición de los conceptos de amor, libertad y armonía.
Periodistas y ensayistas contribuyeron a la extensión de un sentimiento de
atraso frente a Europa, además de abrir nuevos espacios para un debate
sistemático sobre las soluciones a esta situación, incluida la reforma de la
familia. Los reformistas basaron sus esfuerzos en la noción de muasırlaşma, es decir, puesta a nivel del
siglo presente. Muasırlaşma no solamente
significaba la adopción de los “modales modernos”, sino que consistía también
en romper las estructuras tradicionales de la familia y reorganizar la vida
social alrededor de los principios de libertad individual, responsabilidad
social y educación orientada hacia el futuro. El matrimonio como relación de
pareja, la libertad de elección y un hogar armonioso en el que los niños
pudieran recibir atención y educación adecuada ocuparon una posición destacada
en estas visiones de un futuro mejor.[34]
En general, estos autores no luchaban contra los
matrimonios concertados como tales, sino que defendían una mayor flexibilidad.
Ante todo, insistían en el derecho del novio y de la novia a rechazar al/a
candidato/a propuesto/a por su familia. Esto implicaría la prohibición de los
matrimonios infantiles, que eran incompatibles con el principio de
consentimiento basado en el libre ejercicio de la voluntad, y que ataban a los
hombres a parejas no deseadas a través de las obligaciones materiales (mehr). Además, los
intelectuales partidarios de las reformas defendían el derecho de los futuros
esposos a conocerse antes de casarse para averiguar si eran compatibles. La
intervención de la celestina o de una pariente era una opción aceptable,
siempre y cuando los jóvenes tuvieran el derecho a renunciar al darse cuenta de
que no eran compatibles. La posibilidad de que las personas escogieran ellas
mismas a su pareja fue también tenida en cuenta y los autores generalmente
coincidían en que las familias deberían dar su consentimiento al matrimonio si
la pareja elegida era adecuada y honrada. Se consideraba legítimo que la
familia opinase, pero muchos autores estaban convencidos de que las familias
solo deberían rechazar la unión deseada por dos enamorados si había razones muy
poderosas.
La noción de (in)compatibilidad era un elemento
fundamental alrededor del cual giraba la redefinición del discurso sobre el
matrimonio. La idea de que los esposos tenían que ser compatibles estaba
estrechamente vinculada con la visión del matrimonio como relación de pareja
que se iba configurando en aquel periodo. Según los “modales modernos” se
esperaba que el marido y la mujer pasaran mucho tiempo juntos, no solo en casa,
sino también en público, en las actividades sociales.[35] Además, la idea del
amor como prerrequisito de la relación matrimonial era una visión seductora
introducida por las novelas extranjeras y locales, muy leídas entre la
creciente población capaz de leer y escribir. La visión del hogar como un
refugio para el hombre de las tempestades de la vida urbana moderna se
entrelazaba con la idea del hogar como centro de enseñanza y de educación
patriótica, en el que las nuevas generaciones se prepararían para competir con
los extranjeros con el fin de restaurar el Imperio a su antigua gloria en un
mundo de cambios.[36]
En los textos producidos por los promotores del cambio
podemos identificar la combinación de
dos argumentos. El primero se desarrollaba alrededor de la noción de
libertad individual y el derecho a buscar la felicidad, principios clave de la
Ilustración que habían sido interiorizados por un número creciente de personas,
también en los territorios del Imperio Otomano. Los autores ponían énfasis en
el sufrimiento, enfermedad e incluso muerte que consideraban eran las
consecuencias de un matrimonio forzoso.[37] Se denunciaba que
madres y padres escogieran pareja para sus hijos según un capricho y les
obligaran a casarse con ella. En particular, se señalaba la falta de libertad y
la indefensión de las mujeres jóvenes, subrayando las consecuencias trágicas
que podrían tener para ellas las decisiones arbitrarias de sus padres. El
cambio implicaba ampliar el espacio de interacción entre ambos sexos para que
la gente joven pudiera encontrarse y conocerse. Además, los autores defendían
el acceso de las mujeres a la educación como medio de incrementar el
entendimiento mutuo entre los esposos.[38]
La segunda línea argumentativa vinculaba la
compatibilidad de los esposos con la estabilidad del hogar, planteando la
cuestión de la responsabilidad social. Los autores afirmaban que el matrimonio
entre dos personas que apenas se conocían, que se caían mal, o que no habían
podido decidir por sí mismos, era un acto de irresponsabilidad social que ponía
en peligro la estabilidad del mismo Imperio. Un matrimonio infeliz se plasmaba
en un hogar infeliz, e incluso en el divorcio, lo que significaba la
desintegración del hogar, peleas y pleitos entre familias y un ambiente dañino
para los hijos. Algunos autores establecieron un paralelismo entre una vida
familiar inestable y la situación caótica del país:
“Los
hogares en un dominio (mülk) son
como las habitaciones de una casa; ¿habrá paz en la casa si todas sus
habtaciones son sacudidas por un odio permanente y por las peleas cotidianas?,
¿florecerá?, ¿alcanzará felicidad?“[39]
Asimismo se apelaba a los padres para que prestaran la
máxima atención a sus hijos e hijas, conforme con la nueva importancia
atribuida a la educación desde una edad muy temprana. La ignorancia y la falta
de madurez de los padres eran consideradas como una amenaza para este proceso.
Dado que la educación de las nuevas generaciones se entendía como parte
fundamental del proyecto de reforma social, desatenderla suponía poner en
peligro el futuro del Imperio.
La creciente influencia de las profesiones liberales
queda patente en la medicalización del discurso sobre el matrimonio y la
familia. Aparte de las referencias morales y políticas, se invocaba la
autoridad de los expertos para dar peso a los argumentos. A las mujeres jóvenes
se les consideraba demasiado débiles para parir y para criar a los hijos, y,
por lo tanto, forzar a chicas adolescentes a casarse suponía poner en peligro
no solamente su integridad física, sino también la salud y la educación de las
futuras generaciones. Es más, tanto los hombres como las mujeres jóvenes debían
recibir una educación adecuada antes de casarse para que fuesen buenos padres
según los principios modernos de la higiene. En esta lógica, el matrimonio
temprano no era solamente una imposición para los jóvenes novios, sino también
una amenaza para la salud de las personas y de la sociedad en general y ponía
en peligro el éxito de las políticas pronatalistas y de higiene promovidas por
el Estado y por los reformistas. Estos últimos identificaron de esta forma sus
intereses como médicos o funcionarios con los del Imperio, una operación
conveniente para intentar ampliar su campo de acción e influencia profesional.
La visión del matrimonio defendida por los que aspiraban
a la regeneración de la familia musulmana otomana incluía la idea de la pareja
formada por voluntad libre. Esto no significaba necesariamente la igualdad
entre el marido y la mujer, ya que se esperaba que el hombre guiara y orientara
a la mujer y actuase como cabeza de familia. No obstante, el matrimonio como
pareja sí implicaba la proximidad emocional y la compatibilidad de moral, de
carácter y de intereses. El matrimonio ideal sería el formado por personas
adultas, bien educadas e instruidas, capaces de tener y criar hijos sanos y
dotarles de disciplina y de una educación adecuada.[40] Como medios para
conseguir este ideal se subrayaba la importancia de la educación de las
mujeres, como también la madurez de los contrayentes del matrimonio. Asimismo,
los autores abogaban por la relajación de las normas de segregación sexual,
para que los hombres y las mujeres pudieran encontrarse, conocerse y saber si
eran compatibles. Podemos incluso observar como el matrimonio se acerca a la
noción de un lazo “sagrado”, en el sentido de un vínculo emocional duradero
encargado de una misión social que sobrepasaba las fronteras de una familia.[41]
La investigación basada en la historia oral y en los
estudios demográficos confirma que las elites y las clases medias urbanas
absorbieron muchas de estas nuevas actitudes hacia el matrimonio.[42] Sin embargo, los
cambios a nivel legal eran mínimos. Para los musulmanes, el derecho familiar
seguía enraizado en la ley islámica, dominio exclusivo de los ulema. Incluso una reforma
legislativa radical como la introducción de un Código civil (Mecelle-i Ahkam-i
Adliyye) en 1876 había dejado
fuera el derecho familiar. No había una legislación matrimonial uniforme y
codificada. Cada comunidad religiosa seguía aplicando sus normas internas en
este ámbito, tal como siempre había sido el caso en el Imperio Otomano. En caso
de los musulmanes, eso significaba que los jueces seguían basando sus
decisiones en las fetvas. No obstante, el Estado reanudó sus intentos de establecer su control
sobre el matrimonio, aspirando a vincularlo al permiso previo (izinname) del juez islámico o
una autoridad religiosa correspondiente en el caso de los cristianos y judíos.
Este esfuerzo quedó plasmado en el artículo 33 de las Reglamento del Registro
de la Población (Sicilli Nüfus Nizamnamesi) del 2 de Septiembre de 1881. Este documento legal,
además, establecía la obligación para el imam de estar presente en la celebración del contrato
matrimonial (o para el respectivo líder religioso que oficiaba la boda en el
caso de las minorías) y de informar al Departamento de la Población sobre el
matrimonio en un plazo de 15 días. El reglamento fijaba una multa para los
líderes religiosos que no cumpliesen con esta obligación. En caso del divorcio,
los involucrados debían informar al líder religioso para que éste luego
informase a dicho departamento. Tales
medidas en realidad suponían institucionalizar el papel del imam en la celebración del
contrato matrimonial, además de encargar a los líderes religiosos en general
que actuaran como funcionarios recogiendo información y facilitándola
posteriormente al Estado. Sin embargo, estas novedades no alteraron la
hegemonía de la ley islámica, ya que el matrimonio seguía siendo válido aunque
se contrajera sin autorización previa. Para hacer respetar la nueva normativa,
a principios del siglo XX el Estado tuvo que incrementar el castigo para las
personas que se casaran sin el permiso del juez y para los imanes que sellasen el trato,
sustituyendo las multas por penas de cárcel. Es evidente que el Estado se veía
obligado a lidiar con el hecho de que la legitimidad de cualquier medida legal
que no estuviese apoyada en la sharia seguía siendo cuestionable.
El arte de lo posible: el Decreto sobre el Derecho
Familiar de 1917
A partir del periodo de reformas Tanzimat (un proceso de reformas
desde arriba, llevado a cabo por los sultanes otomanos y por los altos cargos
de la burocracia, plasmado en decretos de 1839 y 1856), el gobierno otomano
había promovido una serie de cambios radicales en el sistema legal. Éstos
incluían la introducción del derecho mercantil a la francesa y una normativa de
corte liberal sobre la posesión de tierras. Más aún, los decretos de Tanzimat proclamaron la igualdad
de todos los súbditos frente a la ley, un principio que contradecía
directamente la ley islámica. Se crearon juzgados especiales, nizamiye mahkemeleri, para tratar los casos
según la nueva legislación codificada en 1871 y durante el primer periodo
constitucional en 1876 se introdujo un Código civil que, sin embargo, no
incluía el derecho personal y familiar. De esta manera, el campo de acción de
los juzgados shariáticos se reducía gradualmente, quedando restringido a las
cuestiones del derecho familiar, la herencia y asuntos semejantes.
La pasividad del Estado en la cuestión del derecho
familiar tiene varias explicaciones.
Los juzgados shariáticos representaron uno de los últimos cotos
reservados del establishment religioso musulmán, los ulema. Estas familias influyentes, estrechamente vinculadas a
la dinastía reinante a través de su monopolio sobre la interpretación y la
aplicación de la ley islámica, habían ido perdiendo terreno en el siglo XIX
frente a la expansión de la administración secular. Privarles de los juzgados
islámicos seguramente habría desatado una oposición feroz. No eran solamente
las autoridades religiosas musulmanas las que defendían celosamente su
hegemonía sobre el derecho personal y familiar: el clero cristiano y las
autoridades religiosas judías también consideraban estas áreas como su dominio
exclusivo y no estaban dispuestos a renunciar al poder que habían ostentado
durante siglos. Aun así, resulta necesario preguntarnos por qué era
precisamente el derecho familiar el que había quedado fuera de una reforma
legal que se consideraba tan importante en otras áreas de la vida social. En mi
opinión, la familia fue percibida como un espacio de valores “auténticos”, en
el que era moldeada la identidad de las personas, y la identidad de musulmán
seguía considerándose la fundamental. Por tanto, el espacio de su formación
debería mantenerse impoluto de la contaminación por influencias extranjeras, que en otras áreas podían ser aceptadas como
inevitables incluso por parte de los conservadores.
Sin embargo, la idea de la codificación del derecho
familiar estaba ganando terreno a principios del siglo XX. Como apunta Halil
Cin, un número importante de reformistas islámicos defendían la codificación de
la sharia, mientras los llamados occidentalistas apoyaban la adopción del derecho
familiar al estilo europeo y su incorporación en la Mecelle. Los nacionalistas
turcos mantenían que la legislación sobre la familia vigente en los países
europeos estaba más próxima a los valores turcos originales que la
interpretación de los principios islámicos que había prevalecido en el Imperio
Otomano.[43] A pesar de que los
debates sobre la familia, el estatus de las mujeres, la poligamia y los
matrimonios “prematuros” fueron muy intensos durante el Segundo Periodo
Constitucional, no fue hasta 1917 cuando se produjo un cambio en la
legislación. El 25 de teshrin-i evvel de 1333 A.H., fue adoptado el Decreto
sobre el Derecho Familiar (Hukuk-i Aile Kararnamesi, HAK), la primera
codificación sistemática de la ley de familia en el Imperio Otomano.
La reforma tuvo lugar en el contexto de la Gran Guerra
que representó un cambio decisivo en la vida de muchas mujeres otomanas. Debido
a la movilización en masa de los hombres musulmanes, muchos puestos de trabajo
quedaron sin cubrir y el Estado se esforzó por convencer a las mujeres para que
trabajaran fuera de casa. Asimismo, las mujeres se implicaron en tareas
patrióticas trabajando como enfermeras o cosiendo uniformes para los soldados.
Gracias a esta experiencia, las mujeres de clases medias urbanas ganaron autoconfianza
y conciencia política. Por otra parte, muchos reformistas estaban convencidos
de que el estado de la patria dependía de la situación de las mujeres y que no
podía producirse ningún progreso real si éstas quedaban reducidas a una
posición a menudo comparada con la esclavitud que les impedía ser buenas madres
de hijos sanos, bien educados e instruidos.[44] En consecuencia, el
estatus legal de las mujeres debía ser mejorado para remediar el estado
deplorable de los dominios otomanos.
El aspecto más revolucionario del Decreto sobre Derecho
Familiar consistía en que éste representaba la codificación de una sola
interpretación de la ley islámica, un principio incompatible con una tradición
de muchos siglos. Según la práctica tradicional, los müftis preparaban sus
dictámenes (fetvas) basándose en las obras de las autoridades principales de una de las
cuatro escuelas (mezheps), obras que habían sido compuestas en la Edad Media a partir de las
fuentes básicas de la ley islámica (el Corán, la Sunna, los hadiths y el
derecho consuetudinario). Los jueces tomaban decisiones escogiendo entre las fetvas de sus coetáneos o
entre las fuentes medievales de su mezhep aquella interpretación de la sharia que
consideraban la más correcta y conveniente para cada caso. En el HAK, sus autores combinaron las cuatro
escuelas de la ley islámica sunní según consideraron oportuno. El resultado
final era una interpretación única y original de la sharia. Además, esta
versión codificada no se justificó como la más fiel a las fuentes fundamentales
de la ley islámica, lo que sería la lógica argumentativa tradicional basada en
la referencia a las autoridades. En vez de ello apelaba al uso de la razón, a
la raison
d'etat
y a las experiencias negativas con la aplicación de las reglas tradicionales.
El Decreto sobre el Derecho Familiar no introducía una
legislación única e igual para todos los ciudadanos otomanos. Al contrario,
como sus autores optaron por anclar el Decreto en la tradición religiosa,
hubiera sido inaceptable imponerla a los otomanos cristianos y judíos. Por lo
tanto, el HAK incluía secciones separadas para los musulmanes, cristianos y
judíos, cada una de ellas basada en la tradición religiosa respectiva. Así, por
ejemplo, mientras las normas para los musulmanes y judíos permitían la
poligamia, ésta fue estrictamente prohibida para los cristianos.
Dado que este artículo trata del matrimonio musulmán, los
siguientes párrafos se dedicarán ante todo a las implicaciones del HAK para
esta comunidad religiosa. El Decreto introdujo la obligación de hacer pública
la intención de casarse, para que los que tuvieran algo que objetar pudieran
hacerlo. Se trataba de una medida novedosa, inexistente en la ley islámica.
Además, el contrato matrimonial debería cerrarse delante de un juez o su
sustituto. Los musulmanes deberían acudir directamente al juez, mientras los
líderes religiosos judíos y cristianos deberían informar al juzgado para que el
juez acudiese a la ceremonia. El juez estaba obligado a registrar el
matrimonio, incluyendo una serie de datos sobre los novios. Sin embargo, de
forma semejante a las anteriores medidas legales que pretendían establecer el
control del Estado sobre el matrimonio, el contrato era válido aunque el juez
no estuviera presente. Por lo tanto, la ley solamente se podía imponer a través
de las penas de cárcel por incumplimiento. Las medidas descritas revelan un
esfuerzo por estandarizar los procedimientos legales y registrar información
conforme con la política del régimen de los Jóvenes Turcos. Parafraseando a Michel
Foucault se puede constatar que los Jóvenes Turcos percibían a la población
como un problema económico y político, al entender que no estaban tratando con
“súbditos”, ni siquiera con “pueblo” o “gente”, sino más bien con “población”,
con su “mortalidad”, “nupcialidad”, “natalidad”, calidad de hacinamiento, salud
e higiene.[45]
El matrimonio debería basarse en el principio de libre
voluntad.[46] Los autores del HAK
rechazaron la interpretación hanefí que aceptaba como válidos los contratos de
matrimonio cerrados bajo amenaza, optando a su vez por la interpretación
shafi'í que los consideraba inválidos. Al contrario, pusieron hincapié en que
la voluntad de casarse debía de ser expresada de forma inequívoca. El HAK
conservó la posibilidad de poligamia para los musulmanes, conforme con la
interpretación tradicional de la ley islámica. Introdujo, sin embargo, una
novedad importante al respecto: la opción para la novia de imponer en el
contrato matrimonial una cláusula que impidiese a su futuro marido contraer sin
su consentimiento el matrimonio con otra mujer. En caso de que el marido se
casara con una segunda mujer a pesar de esta prohibición, la primera o la
segunda esposa quedarían automáticamente divorciadas. La introducción de este
tipo de condiciones en el contrato matrimonial constituía un área en la que las
cuatro escuelas de interpretación diferían de manera importante. Los autores
del HAK optaron de nuevo por dejar de lado la opinión más restrictiva mantenida
por la escuela hanefí que tradicionalmente dominó en el Imperio Otomano, y que
no consideraba estas condiciones válidas. Al contrario, adoptaron la visión más
liberal del mezhep hanbalí.
El divorcio negociado por el consejo de familia
representaba otra medida destinada a reforzar la posición de la esposa. Los
autores lo defendieron como manera de proteger a las mujeres del mal
comportamiento de sus maridos. Aparecía
como el artículo 130, basado en el punto de vista del mezhep maliquí:
“Si
surge un conflicto e incompatibilidad entre los esposos y uno de ellos acude al
juez, el juez nombra un árbitro de cada familia. Si en una o ambas familias no
se encuentra ningún árbitro, o si la persona no tiene las cualidades
requeridas, entonces el juez designa personas adecuadas fuera de la familia. El
consejo de familia creado de tal forma examina las explicaciones y defensa de
ambas partes, intentando reconciliarlas. Si eso no es posible y la culpa es del
marido, entonces se separan. Si la culpa es de la esposa, quedan divorciados y
la mujer devuelve parte del mehr o su totalidad. Si los árbitros no coinciden,
el juez nombra otro consejo de familia compuesto por personas adecuadas o a un
tercer árbitro sin relación con ninguna de las partes. La decisión de los
árbitros es irrevocable y no se aceptan protestas”.[47]
Los autores justificaron esta medida de la siguiente manera:
“El
hecho de que en este párrafo se haya adoptado el punto de vista del mezhep
maliquí y que el articulo 130 haya sido redactado según aquel principio se debe
a que servirá para eliminar y hacer desaparecer muchas cosas inapropiadas
presentes en las familias en nuestro país, según la opinión de que así se acabe
con el trato injusto de las esposas que no tienen ninguna otra posibilidad de
actuar más que renunciar a su manutención, particularmente cuando (los maridos)
oprimen a sus esposas y cometen injusticia hacia ellas y el derecho de divorcio
por repudio está en las manos de ellos”.[48]
La novedad del artículo 130 consistía en el hecho de que
el marido tenía que aceptar la separación propuesta por el consejo de familia
si era encontrado culpable de los problemas del matrimonio. Los autores de la
normativa tenían en mente especialmente el problema del maltrato a la
mujer.
Esta medida sin duda ampliaba las posibilidades de las
mujeres para divorciarse y representaba una limitación destacable de la
autoridad del marido en el matrimonio. Por otra parte, el derecho a decidir no
era atribuido a la esposa, sino al consejo de familia: el consenso social
prevalecía sobre la voluntad individual.
El cambio más importante introducido por el Hukuk-i Aile Kararnamesi era la prohibición de
los matrimonios infantiles. Estaba relacionada con la noción del matrimonio
como contrato basado en la voluntad libre y se apoyaba en la introducción de la
nueva categoría social de adolescente en la legislación. Mientras la
interpretación tradicional de la sharia establecía una sola división entre la
infancia y la madurez, el HAK fijaba la mayoría de edad para el matrimonio a
los 17 años para las mujeres y a los 18 para los hombres. Se introdujo una
nueva categoría de mürahik/a para los jóvenes que llegaban a la mayoría de edad según la ley islámica,
es decir, cuando aparecieran los signos de su capacidad reproductiva, pero que
se consideraban demasiado inmaduros para ser reconocidos como adultos según los
criterios de los autores del HAK. Estos adolescentes necesitarían el permiso
del juez para casarse (además del permiso del tutor legal en el caso de las
mujeres). En el caso de las niñas menores de 9 años y niños menores de 12, el
matrimonio quedaba estrictamente prohibido sin excepción por el artículo 7.
Los autores del HAK eran conscientes de que estos artículos suponían una
ruptura radical con la práctica existente y dedicaron muchas líneas a
justificarlos:
“Aunque
las autoridades de la ley islámica aprobaron los matrimonios de niños
concertados por sus tutores y éstos se han celebrado hasta ahora, en nuestra
era ha quedado patente la necesidad de otra actitud, porque los tiempos han
cambiado. En todas las épocas, y sobre todo en la nuestra en la que tiene lugar
una lucha feroz por la supervivencia, la primera obligación de los padres hacia
sus hijos consiste en criarles y educarles para que se conviertan en personas
capaces de triunfar en este mundo conflictivo y de formar una familia ordenada.
No obstante, en nuestro país los padres a menudo descuidan la educación e
instrucción de sus hijos, prometiéndoles en la cuna para verles casados y con derechos a la herencia, de manera que
estos pobres niños que no saben nada sobre el mundo son casados y arrojados a
la catástrofe. Las familias creadas de esta forma, compuestas por niños que no
han visto el colegio, que no saben leer ni escribir, ni los mandamientos de la
fe, son como fetos nacidos muertos, condenados a la descomposición en los
primeros meses de su existencia. Esta es una de las causas de la inestabilidad
de las familias en nuestro país”.[49]
Además de los matrimonios infantiles, la denuncia apuntaba también a la
práctica de casar a las hijas a una edad demasiado temprana, aunque ya fuesen
consideradas adultas y capaces de emprender la vida matrimonial según la ley
islámica. Se ponía énfasis especialmente en el daño causado por el matrimonio
temprano a la salud física y mental de las mujeres jóvenes y de sus hijos.
“La
esposa y el esposo constituyen una familia y deberían colaborar en su gestión.
Mientras los chicos pasan su tiempo jugando en la calle...a las chicas de la
misma edad se las carga con la mayor obligación en la sociedad humana, la de
ser madre de familia y la que gestiona sus asuntos. Pobres chicas cuya
constitución física todavía no se ha desarrollado plenamente, sufren problemas
de nervios toda su vida debido a la
maternidad, enferman crónicamente, el niño nace frágil y nervioso...estas son
algunas de las razones de la degradación del elemento islámico”.[50]
En la manera de razonar de los autores del HAK se puede
observar un cambio radical en la manera de entender la ley y en la percepción
de tiempo. Los autores rechazaron con cautela la atemporalidad de una medida
legal, apuntando a la experiencia negativa con la interpretación existente de
la ley islámica y llamando la atención a los tiempos cambiantes que requerían
la adopción de normas basadas en una nueva interpretación. En este sentido, el
HAK se puede interpretar como la transición de la noción de la ley divina
eterna e inmutable hacia medidas legales basadas en la negociación y en la
razón.
El cambio fue justificado a través de las referencias al
bienestar de las familias, amenazadas por la inestabilidad debida a la
incompatibilidad y la falta de madurez de los esposos. Además, el daño
inflingido a la salud física y mental de la población a causa de la maternidad
temprana se consideraba un obstáculo más a la necesidad ampliamente reconocida
de criar nuevas generaciones sanas, bien educadas e instruidas. En la
exposición del Decreto se expresaba la creencia de que la inestabilidad de las
familias y la mala salud de las madres y de sus hijos constituían un peligro
para la supervivencia del Imperio y de su “elemento islámico”. Por último, la
nueva legislación se apoyaba en argumentos científicos derivados del discurso
médico, como también en referencias al bien común.
No obstante, los autores no podían basar sus propuestas
solamente en la razón y en la ciencia moderna. Tuvieron que anclar la
prohibición de los matrimonios infantiles en la ley islámica. Por lo tanto,
apelaron a la autoridad de los líderes religiosos medievales que habían puesto
en duda la legalidad de estos matrimonios:
“...ibn
Shubruma y Abu Bakr dicen que la tutoría sobre los niños pequeños se debe
ejercer en su beneficio. Por ejemplo, el niño no necesita a un tutor para
recibir regalos, ni en cualquier otro caso en el que evidentemente no sea
necesario. Ya que los niños no necesitan el matrimonio, ya que no hay una razón
natural importante ni por los vástagos, (ibn Shubruma y Abu Bakr) llegaron a la
conclusión de que un niño no necesita el matrimonio hasta que sea mayor, y por
lo tanto no es válido contraerlo en su nombre. En principio, el matrimonio no
es un asunto temporal, sino un contrato para toda la vida. Estos dos sabios
añaden: en caso de que el matrimonio contraído por los tutores en el nombre de
un niño sea válido, se supone que el contrato dura incluso después de su mayoría
de edad. Sin embargo, nadie tiene el derecho de actuar de manera que imponga a
una persona un compromiso que limite su acción una vez sea adulta. La opinión
de los arriba mencionados está confirmada por las catástrofes que se han
sucedido durante siglos, así que su punto de vista ha sido adoptado y el
artículo 7 ha sido redactado de tal manera.”[51]
La nueva legislación matrimonial introducida en 1917
suponía una reinterpretación cautelosa de la ley islámica que pretendía
reforzar el principio de la voluntad libre y elevar el estatus de las mujeres,
según la visión del matrimonio como relación de pareja. Aspectos como la
estabilidad de las familias o la calidad de la población tuvieron un peso aún
mayor, revelando las preocupaciones demográficas del Estado otomano durante el
régimen de los Jóvenes Turcos. Concluyendo, el Hukuk-i Aile Kararnamesi
puede
interpretarse como una lectura particular de la ley islámica basada en la
libertad individual y en la raison d'etat definida como el perfeccionamiento de la población
siendo su objetivo principal la supervivencia del Imperio.
Conclusión
A pesar de que el HAK en realidad introdujo sólo
modificaciones menores en la práctica existente, provocó inmediatamente una ola
de oposición y tuvo que ser revocado en 1919.[52] Los conservadores
identificaron correctamente la amenaza que una versión codificada de la sharia
suponía para su posición como intérpretes de la ley islámica. Además, eran
particularmente sensibles a cualquier restricción de la autoridad masculina,
como quedó patente de la reacción hostil al artículo que otorgaba a la esposa
el poder de negarse a compartir a su marido con otra mujer al introducir la
condición de monogamia en el contrato matrimonial. Los conservadores
denunciaron esta medida como no-islámica y como dirigida en contra de la
poligamia.[53] En general, rechazaban
la unidad de los cuatro mezheps del derecho sunní y la idea misma de la codificación fue
considerada como una novedad peligrosa.
Por otra parte, las minorías cristianas y judía
interpretaron la nueva legislación como una limitación de su autonomía y como
una imposición del Estado otomano frente a su tradicional derecho de
autogobierno. En este sentido, el gobierno otomano estaba en una posición
extremadamente complicada: por un lado se esperaba de él que modernizase un
sistema “atrasado”, aproximándose a otros países del continente europeo, un
paso que implicaba la introducción de un sistema legal codificado en el que
todos los individuos serían tratados de forma igual. Por otro lado, el gobierno
otomano estuvo bajo una presión constante por parte de las potencias europeas
para proteger a las minorías y respetar la autonomía que conservaban desde la
Época clásica. Éste constituía uno de los dilemas claves de la actividad
reformista en el Imperio Otomano, un dilema que iba a permanecer sin resolver.
Cuando tumbaron el Hukuk-i Aile Kararnamesi en 1919, los
conservadores no sospechaban que solo algunos años después (1926) tendrían que
tragarse una pastilla mucho más amarga: un código civil en toda regla. A los
republicanos liderados por Mustafa Kemal no les importaba herir la sensibilidad
de los ulema. Al contrario, la misma
existencia del establishment religioso fue puesta en duda en el proyecto republicano de la Turquía
moderna. La nueva legislación sobre el matrimonio y la familia no iba a ser un
compromiso cauteloso, sino una declaración revolucionaria.[54]
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[1] Este artículo es una traducción del inglés del capítulo “Matching Sharia and 'Governamentality': Muslim Marriage Legislation in the Late Ottoman Empire” incluido en el libro Institutional Change and Stability. Conflicts, Transition, and Social Values (Ioannis Xydopoulos, Florencia Peyrou and Andreas Gémes (eds.), Edizioni Plus, Pisa, 2009). Este libro es producto de la Red de Excelencia Cliohres (www.cliohres.net), un proyecto de investigación dentro del Programa del Sexto Marco de la Comisión Europea. La autora quisiera agradecer a Cliohres el permiso para publicar esta traducción.
[2] Niyazi BERKES,
Türkiye'de Çağdaşlaşma, Istanbul 1978.
[3] No utilizo el término
“turcos”, ya que se trataba de personas de orígenes distintos, especialmente de
los Balcanes otomanos, e incluso de exiliados políticos de Hungría y Polonia.
[4] Para observar tal cambio,
compárese por ejemplo Keykavus, Oğul Terbiyetin ve Beslemeğin Beyan Eder, en Kabusnâme, ed. O.Ş, Gökyay, Istanbul 1974, pp. 172-181 (un libro muy popular escrito en
persa en 1082, traducido al turco varias veces a partir del siglo XIV) y Kınalızade Ali Çelebi, Ilm-i Tedbirü'l-Menzil, en Ahlâk-i Alai,
Istanbul 2007. (escrito en el siglo XVI)
[5] La investigación sobre los
periodos anteriores a la segunda mitad del XIX es extremadamente difícil dada
la falta de fuentes. Algunas tendencias a largo plazo pueden deducirse de los
datos obtenidos para las últimas décadas de la existencia del Imperio Otomano o
de los estudios que se centran en las familias de elite. Véase Alan DUBEN, Cem BEHAR, Istanbul
Households. Marriage, Family and Fertility 1880-1940, Cambridge 1991; M. L. Meriwether, The Kin who Count: Family and Society in Ottoman
Aleppo, 1770-1840, Austin 1999.
[6] Leslie
PIERCE, Seniority, Sexuality, and Social Order: The Vocabulary of Gender in
Early Modern Ottoman Society, en M. C. ZILFI (ed.), Women in the Ottoman
Empire, Leiden - New York - Köln 1997, pp. 169-196.
[7] Fatima
MERNISSI, Beyond the Veil: Male-Female Dynamics in a Modern Muslim Society,
Bloomington 1987.
[8] Leslie
PIERCE, Seniority cit., p.195; Shahla HAERI, Law of Desire: Temporary
Marriage in Shi'i Iran, Syracuse 1989.
[9] Al respecto es importante
subrayar que mientras el mezhep maliquí reconocía tal opción a la mujer
en cualquier fase del matrimonio si el marido rechazaba tener relaciones
sexuales o no era capaz de ello, el mezhep hanefí limitó esta
posibilidad a los casos en los que el coito entre el marido y la mujer nunca
tuviera lugar. Halil CIN, Islâm ve
Osmanlı Hukukunda Evlenme, Ankara 1974, pp.181-182.
[10] Sobre el impuesto del cornudo:
L. Pierce, Seniority cit., pp.169-196. Sobre la reclusión: Colin IMBER, Women, Marriage, and Property: Mahr
in the Behcetü'l-Fetâvâ of Yenişehirli Abdullah, en M. C. ZILFI (ed.),
Women cit., pp. 81-104.
[11] El
hecho de que la impotencia del marido o su negativa a tener sexo fueran unas de
las pocas razones legítimas para la demanda de la esposa de la nulidad o del
divorcio judicial, puede ser uno de los argumentos a favor de esta hipótesis.
[12] Un estudio de caso sobre este
tema: M. L. MERIWETHER, The Kin cit.
[13] Aunque es ciertamente correcto
constatar que la presencia de las mujeres en las calles y en los juzgados a lo
largo de la historia otomana fue más significativa de lo que se suponía
tradicionalmente, la interacción entre sexos era, no obstante, estrictamente
regulada y existen ejemplos en los juzgados islámicos del Imperio de casos que
trataron “la mezcla ilegal de sexos”. Véase: Leslie PIERCE, Seniority
cit., p. 192.
[14] Sabri ORMAN, Ilm-i Tedbir-i
Menzil. Oikonomia ve Iktisat, en Sosyo-kültürel
değişme sürecinde Türk ailesi I, Ankara 1992, pp. 265-310.
[15] Ira M.
LAPIDUS, State and
Religion in Islamic Societies, en “Past and Present”, vol. 151, 1996, pp. 3-27.
[16] Halil CIN, Islâm
cit., pp. 283-284; G. JÄSCHKE, Türkiye'de Imam Nikahı, in S.Ş.
Ansay'ın Anısına Armağan, Ankara 1964, pp. II-34.
[17]
Fetva de un şeyhülislam otomano del siglo XVII, Çatalcalı Ali Efendi (de su obra Fetava-i Ali Efendi,
1685), en Gökçen ART, Şeyhülislam
Fetvalarında Kadın ve Cinsellik, Istanbul 1996, p. 62.
[18]
Fetva del célebre şeyhülislam otomano del siglo XVI, Ebussuud Efendi, en M. E. Düzdağ, Şeyhülislâm
Ebussuûd Efendi Fetvaları ışığında 16. Asır Türk Hayatı, Istanbul 1983, p.45.
[19] Ibidem, p. 43.
[20]
Halil CIN, Islâm cit., p.151.
[21]
Sobre la construcción de
los espacios privado y público, véase por ejemplo: Dina RIZK KHOURY, Slippers
at the Entrance or Behind Closed Doors: Domestic and Public Spaces for Mosuli
Women, en M. C. Zilfi (ed.), Women cit., pp. 105-127.
[22] Fetvas de Ebussuud en M. E. Düzdağ, Şeyhülislâm cit., p. 49
[23] El mezhep hanefí, el principal en el Imperio Otomano, permitía bajo ciertas circunstancias que una mujer se casara sin la intervención de su tutor legal.
[24] M. C. ZILFI, 'We Don't Get Along': Women and Hul Divorce in the Eighteenth Century, en M. C. Zilfi (ed.), Women cit., p. 268.
[25] Tal figura legal pretendía a su vez proteger a las mujeres pías de ser casadas con un hombre de moral dudosa, etc. Colin IMBER, Women, Marriage cit., en M. C. Zilfi (ed.), Women cit.,p. 87.
[26]
Fetva de Çatalcalı Ali
Efendi en Gökçen ART, Şeyhülislam
Fetvalarında cit., p. 81.
[27] M. L. MERIWETHER, Women and Waqf Revisited: The Case of Aleppo, 1770-1840, en M. C. Zilfi (ed.), Women cit., pp. 128-152.
[28] Judith TUCKER, The Fullness of Affection: Mothering in the Islamic Law of Ottoman Syria and Palestine, en M. C. Zilfi (ed.), Women cit., pp. 232-252.
[29] M. C.ZILFI, 'We Don't Get Along' cit., pp. 269-271.
[30] M. C.ZILFI, 'We Don't Get Along' cit., p. 290; S. IVANOVA, The Divorce Between Zubaida Hatun and Esseid Osman Ağa: Women in the Eighteenth Century Sharia Court of Rumeli, en A. Sonbol (ed.), Women, the Family, and Divorce Laws in Islamic History, Syracuse 1996, pp. 112-125.
[31] Aunque ya no fue defendida por los pensadores de renombre, la costumbre de casar a las mujeres de la familia con los clientes de estatus más bajo sobrevivió siglos entre las familias de elite otomanas, a pesar de ser una posible causa de anulación del matrimonio según la interpretación hanefí de la sharia. Las hijas, nietas, hermanas y tías de un dignatario importante se casaban con los protegidos de éste, a menudo hombres de origen pobre. La dinastía reinante daba ejemplo de tal práctica, ya que las familiares más cercanas del sultán fueron casadas con altos burócratas que eran, en realidad, kul, es decir, los esclavos del sultán. En teoría, los estudiosos musulmanes otomanos ya no veían tal proceder del padre de la novia como lógico y positivo y optaron por defender la autoridad del marido en el matrimonio, considerando humillante que un hombre aceptase un enlace que le situara en una posición subordinada. Sin embargo, en la práctica, las familias otomanas seguían optando por lo que Keykavus defendió abiertamente en el siglo XI y cerraban tratos que seguramente reforzaban la posición de la esposa, mientras al marido le ofrecían un vehículo para su promoción social.
[32] Keykavus, Oğul Terbiyetin cit., pp. 172-181.
[33] R. C. JENNINGS, Women in the Early 17th-Century Ottoman Judicial Records – The Sharia Court of Anatolian Kayseri, en “Journal of the Economic and Social History of the Orient”, vol. 18, 1975, pp. 53-114; Haim GERBER, Social and Economic Position of Women in an Ottoman City, Bursa, 1600-1700, en “International Journal of Middle East Studies”, vol.12, 1980, p. 233; Fatma M. GÖÇEK, M. D. BAER, Social Boundaries os Ottoman Women's Experience in Eighteenth-Century Galata Court Records, en M. C. Zilfi (ed.), Women cit., pp. 48-65.
[34] Varios párrafos de este apartado se basan en el análisis llevado a cabo en el artículo de Darina MARTYKÁNOVÁ, “La pareja – el nuevo ideal del matrimonio en el Imperio Otomano”, en Awraq, vol.25, 2008, pp. 75-107.
[35] Nevin MERIÇ, Âdâb-i Muâşeret: Osmanlı'da gündelik hayatın değişimi (1894-1927), Istanbul 2007.
[36] Jitka MALEČKOVÁ, Úrodná půda. Žena ve službách národa. Prague 2002; Darina MARTYKÁNOVÁ, Láska, disciplína a budoucnost. Diskurz osmanských intelektuálů o dětech v rodině (1870-1918), “Historický časopis”, 2008, 56/2, pp. 249-266.
[37] El escritor y dramaturgo Namık Kemal en Aile, en Sosyo-kültürel değişme sürecinde Türk ailesi III, Ankara 1992, pp. 1017-1019. (publicado por primera vez en 1872). El dramaturgo İbrahim Şinasi en Şair evlenmesi, Istanbul 1860.
[38] Véase, por ejemplo, el ensayo del escritor, lexicógrafo y periodista Şemseddin Sami, Kadınlar, en Sosyo-kültürel değişme sürecinde Türk ailesi III, Ankara 1992, pp. 1026-1032 (publicado por primera vez en 1879/80).
[39] Namık Kemal, Aile, pp. 1017-1019.
[40] Véase por ejemplo la visión enfrentada de las familias “europeizada” y “oriental”, construida por el editor y ensayista Tüccarzade İbrahim Hilmi en Avrupalılaşmak, Felaketlerimizin Esbabı (Aile Hayatımızda Avrupalılaşmanın Tesiri), en Sosyo-kültürel değişme sürecinde Türk ailesi III, Ankara 1992, pp. 1073-1079 (publicado por primera vez en 1916).
[41] Şemseddin Sami habla sobre “una chica honrada y casta que encuentra un corazón con el que unir el suyo en el sagrado lazo del matrimonio“ en Kadınlar, pp. 1026-1032.
[42] Alan DUBEN, Cem BEHAR, Istanbul Households cit.
[43] Halil CIN, Islâm cit., pp. 289-290.
[44] Jitka MALEČKOVÁ, Úrodná půda cit.
[45] Michel FOUCAULT, Governmentality, en Burchell, G., Gordon, C., Miller, P. (eds.), The Foucault Effect: Studies in Governmentality, Chicago 1991, pp. 87-104.
[46] No obstante, el HAK permitía el matrimonio entre discapacitados mentales, conforme con la interpretación tradicional del mezhep hanefí.
[47]
Hukuk-ı Aile
Kararnamesi. Münâkehat-Müfârekât, Libro II, Párrafo
130, en Sosyo-kültürel
değişme sürecinde Türk ailesi III, Ankara 1992, p. 1134.
[48]
Münâkehât ve Mufârakât Kararnamesi Esbâb-ı Mucibe
Lâyıhası, en Sosyo-kültürel
değişme sürecinde Türk ailesi III, Ankara 1992, p. 1149.
[49] Ibidem, p. 1141.
[50] Ibidem.
[51] Ibidem, p.
1142-1143.
[52] Sin embargo, en Siria que formaba parte del Imperio Otomano en 1917 cuando el Decreto fue aprobado, éste se mantuvo en vigor durante 25 años.
[53] Halil CIN, Islâm cit., p. 305. La posibilidad de establecer condiciones del funcionamiento del matrimonio en el contrato matrimonial es limitada seg§un los mezhep maliquí, shafi'í y hanefí, mientras el mezhep hanbalí es el más liberal en este aspecto y permite la introducción de cualquier condición que no vaya en contra de los principios fundamentales del matrimonio (como sería la condición de vivir en celibato) y que sea a favor de la mujer. La medida introducida por el HAK que permite a la mujer rechazar la poligamia se utiliza hoy en día en varios países en las que el derecho familiar se rige por la ley islámica.
[54] En este punto es digno de mención el hecho de que en los últimos años han surgido en Turquía intentos de reducir la edad legal para el matrimonio a los catorce años. Bienvenidas por algunos como el reconocimiento del status quo en algunas zonas rurales, tales iniciativas han recibido duras críticas no solamente de las organizaciones feministas y defensoras de derechos humanos turcas, sino también de sectores amplios de la prensa y de la sociedad.